Patocracia en acción: Al Qaeda y la guerra contra el terrorismo

Michel Chossudovsky
Global Research
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández y S. Seguí. Revisado por Caty R.
30/01/08


Introducción

Uno de los objetivos principales de la guerra de propaganda consiste en «fabricar un enemigo». El enemigo exterior, personificado por Osama Bin Laden está «amenazando a Estados Unidos» y por lo tanto es necesario emprender la guerra preventiva contra los «terroristas islámicos» para defender la Patria. Las realidades se falsean. Estados Unidos está bajo amenaza de ataque.

A raíz del 11 de septiembre, la creación de este «enemigo exterior» ha servido para encubrir los objetivos económicos y estratégicos reales en pos de la guerra en Oriente Próximo y en Asia central. Emprendida por razones de autodefensa, la guerra preventiva se defiende como una «guerra justa» dotada de un mandato humanitario.

Como el sentimiento antibelicista aumenta y la legitimidad de la política de la administración Bush empieza a venirse abajo, deben despejarse las dudas acerca de la existencia de este ilusorio enemigo exterior. El contraterrorismo y la guerra de propaganda van entrelazados. El aparato de propaganda alimenta la desinformación en la cadena de noticias. Las advertencias contra el terrorismo tienen que parecer auténticas. El objetivo es presentar a los grupos terroristas como enemigos de Estados Unidos. Irónicamente, Al Qaeda –el enemigo exterior de EEUU y supuesto arquitecto de los ataques del 11 de septiembre- fue creado por la CIA. [Comentario SDLT: ¡No olvidemos el rol del Mossad de Israel!!!]

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Desde el comienzo de la guerra entre soviéticos y afganos en los primeros años de la década de 1980, el aparato de inteligencia estadounidense ha estado apoyando la formación de las «brigadas islámicas». La propaganda pretende borrar la historia de Al Qaeda, tapar la verdad y eliminar las pruebas de cómo se fabricó el enemigo exterior que después se convirtió en el «enemigo público número uno». El aparato de inteligencia estadounidense engendró sus propias organizaciones terroristas y al mismo tiempo va lanzando advertencias sobre las organizaciones terroristas que él mismo ha creado. Mientras, se va poniendo en marcha un programa cohesivo de contraterrorismo para perseguir a esas organizaciones terroristas.

Retratado de forma estilizada por los medios occidentales, Osama Bin Laden, apoyado por varios secuaces, se constituye en el hombre del saco para los estadounidenses que, tras la Guerra Fría, «amenaza a la democracia occidental». La supuesta amenaza de los terroristas islámicos impregna toda la doctrina de la seguridad nacional estadounidense. Su objetivo es justificar las guerras de agresión en Oriente Próximo, mientras dentro de EEUU se establecen los contornos del Estado de Seguridad de la Patria.

Antecedentes históricos

¿Cuáles son los orígenes históricos de Al Qaeda? ¿Quién es Osama Bin Laden?

Al supuesto cerebro de los ataques terroristas del 11 de septiembre, Osama Bin Laden, de origen saudí, se le reclutó durante la guerra soviético-afgana, «irónicamente bajo los auspicios de la CIA, para combatir a los invasores soviéticos». (Hugh Davis: «‘Informers’ point the finger at Bin Ladin; Washington on alert for suicide bombers».The Daily Telegraph, Londres, 24 de agosto de 1998). En 1979, en Afganistán, se lanzó la mayor operación secreta de la historia de la CIA:

«Con el apoyo activo de la CIA y el ISI de Pakistán, que deseaban convertir la Yihad afgana en una guerra global de todos los estados musulmanes contra la Unión Soviética, unos 35.000 radicales musulmanes de 40 países islámicos se unieron para luchar en Afganistán entre 1982 y 1992. Decenas de miles más llegaron para formarse en las medersas pakistaníes. Finalmente, más de 100.000 radicales musulmanes se vieron directamente influidos por la Yihad afgana». (Ahmed Rashid: «The Taliban, Exporting Extremism», Foreign Affairs, noviembre-diciembre 1999).

Este proyecto del aparato de la inteligencia estadounidense contó con el apoyo activo del Inter Services Inteligente (ISI) de Pakistán, al que se confió la canalización de la ayuda militar secreta a las brigadas islámicas y la financiación, junto con la CIA, de las medersas y los campos de entrenamiento para los muyahaidines (1).

Ese apoyo del gobierno estadounidense a los muyahaidines se presentó a la opinión pública mundial como una «respuesta necesaria» a la invasión soviética de Afganistán en 1979 en auxilio del gobierno procomunista de Babrak Kamal. La operación militar y de inteligencia de la CIA en Afganistán, que consistió en crear las brigadas islámicas, se había lanzado bastante antes, no como respuesta a la entrada de las tropas soviéticas en Afganistán. De hecho, Washington provocó deliberadamente una guerra civil que duró más de 25 años. El papel de la CIA como constructor de los cimientos de Al Qaeda se confirmó en una entrevista con Zbigniew Brzezinski en 1998, que en aquella época era el Asesor de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter:

Brzezinski: Según la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los muyahaidines comenzó en 1980, es decir, después de que el ejército soviético invadiera Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, secretamente guardada hasta ahora, es muy diferente. En efecto, fue el 3 de julio de 1979 cuando el presidente Carter firmó la primera directiva para la ayuda secreta a los opositores del régimen prosoviético en Kabul. Y ese mismo día escribí una nota al presidente en la que le explicaba que, en mi opinión, esa ayuda iba a provocar una intervención militar soviética.

Pregunta: A pesar del riesgo, usted fue un defensor de esa acción secreta. ¿Quizá deseaban la entrada soviética en la guerra y trataron de provocarla?

Brzezinski: No fue así en absoluto. No empujamos a los rusos a intervenir, pero aumentamos a sabiendas la probabilidad de que lo hicieran.

Pregunta: Cuando los soviéticos justificaron su intervención asegurando que intentaban luchar contra una implicación secreta de Estados Unidos en Afganistán, la gente no les creyó. Sin embargo había una base de verdad. ¿No ha lamentado Vd. nada hasta ahora?

Brzezinski: ¿Lamentar qué? Esa operación secreta fue una idea excelente. Consiguió meter a los rusos en la trampa afgana, ¿y Vd. quiere que lo lamente? El día que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera escribí al presidente Carter: Ahora tenemos la oportunidad de que la URSS tenga su Guerra de Vietnam. Así fue, durante casi diez años, Moscú tuvo que mantener una guerra insoportable para su gobierno, un conflicto que llevó a la desmoralización y finalmente al desmembramiento del imperio soviético.

Pregunta: ¿Y ni siquiera lamenta haber apoyado al fundamentalismo islámico, haber dado armas y asesoramiento a los futuros terroristas?

Brzezinski: ¿Qué es más importante en la historia mundial? ¿Los talibanes o el colapso del imperio soviético? ¿Qué algunos musulmanes se removieran o la liberación de Europa central y el fin de la Guerra Fría? («The CIA’s Intervention in Afganistán, Interview with Zbigniew Brzezinski, Presdient Jimmy Carter’s National Security Adviser», Le Nouvel Observateur, París, 15-21 de enero de 1998, publicada en inglés, Centre for Research on Globalisation (http://www.globalresearch.ca/articles/BRZ110A.html, 5 octubre de 2001).

En coherencia con el relato de Brzezinski, la CIA creó la «Red Militante Islámica». La «Yihad Islámica» (o guerra santa contra los soviéticos) se convirtió en parte integrante de las estrategias de inteligencia de la CIA. EEUU y Arabia Saudí la apoyaron y una gran parte de su financiación provenía del comercio de drogas del Creciente Dorado (2):

«En marzo de 1985, el presidente Reagan firmó la Directiva-Decisión de Seguridad Nacional nº 166, que daba luz verde a la ayuda militar secreta intensificada a los muyahaidines, dejando claro que la guerra secreta afgana tenía un nuevo objetivo: derrotar a las tropas soviéticas en Afganistán mediante acciones clandestinas y conseguir su retirada. La nueva ayuda secreta estadounidense empezó con un aumento significativo de los suministros de armas: un incremento constante que alcanzó las 65.000 toneladas al año en 1987, así como un ‘flujo incesante’ de especialistas de la de la CIA y el Pentágono que se desplazaron hasta los cuarteles secretos del ISI pakistaní situados en la carretera principal cercana a Rawalpindi. Allí, los expertos de la CIA se reunieron con oficiales de inteligencia pakistaníes para colaborar en la planificación de las operaciones para los rebeldes afganos». (Steve Coll, The Washington Post, 19 de julio de 1992.)

La CIA utilizó al ISI pakistaní como intermediario en un papel clave, el entrenamiento de los muyahaidines. Asimismo, ese entrenamiento de la guerrilla patrocinado por la CIA se integró con las enseñanzas del Islam. Fueron los fundamentalistas wahabíes financiados por Arabia Saudí quienes establecieron las medersas: «Fue el gobierno de EEUU el que apoyó al dictador pakistaní, el General Zia-ul Haq, para crear miles de escuelas religiosas de las que emergieron los gérmenes de los talibanes». (Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA), «Declaración de RAWA sobre los ataques terroristas en EEUU», Centro de Investigación sobre Globalización (CRG), 16 de septiembre de 2001): http://globalresearch.ca/articles/RAW109A.html.

Las cuestiones preponderantes eran que el Islam era una ideología sociopolítica completa, que las tropas soviéticas estaban violando al sagrado Islam y que el pueblo islámico de Afganistán reafirmaría su independencia arrojando al régimen izquierdista afgano apoyado por Moscú (Dilip Hiro, «Fallout from the Afgani Jihad», Inter Press Services, 21 de noviembre de 1995.)

El ISI pakistaní se utilizó como intermediario

El apoyo encubierto de la CIA a la Yihad islámica se realizó indirectamente a través del ISI pakistaní, es decir, la CIA no canalizó su apoyo a los muyahaidines de forma directa. Para que esas operaciones encubiertas tuvieran éxito, Washington tuvo mucho cuidado en no revelar el objetivo último de la Yihad, que consistía no sólo en desestabilizar el gobierno laico (prosoviético) en Afganistán, sino también en destruir la Unión Soviética.

En palabras de Milton Beardman, de la CIA: «No entrenamos a los árabes». En efecto, según Abdel Monam Saidali, del Centro Al-Aram de Estudios Estratégicos en El Cairo, Bin Laden y los árabes afganos fueron formados «mediante tipos de entrenamiento muy sofisticados que les proporcionó la CIA». (National Public Radio, Weekend Sunday (NPR) con Eric Weiner y Ted Clark, 16 de agosto de 1998).

Beardman, de la CIA, confirmó a este respecto que Osama Bin Laden no era consciente del papel que estaba jugando en nombre de Washington. Según Bin Laden (como Beardman citó): «Ni yo ni mis hermanos vimos pruebas de la ayuda estadounidense». (National Public Radio, Weekend Sunday (NPR), con Eric Weiner y Ted Clark,16 de agosto de 1998).

Espoleados por el fervor religioso y nacionalista, los guerreros islámicos no se dieron cuenta de que combatían contra el ejército soviético en nombre del tío Sam. Mientras que había contactos en los niveles más altos de la jerarquía de la inteligencia, los dirigentes rebeldes islámicos en el escenario de la guerra no tuvieron contactos con Washington o la CIA.

Con el apoyo de la CIA y la canalización de sumas masivas de ayuda militar estadounidense, el ISI pakistaní desarrolló una «estructura paralela ejerciendo un poder enorme en todos los sectores del gobierno» (Dipankar Banerjee, «Posible Connections of ISI With Drug Industry», India Abroad, 2 de diciembre de 1994). El ISI tenía una plantilla compuesta de oficiales y militares de inteligencia, burócratas, agentes secretos e informadores estimada en 150.000 personas. (Ibid)

Mientras tanto, las operaciones de la CIA también sirvieron para reforzar al régimen militar pakistaní dirigido por el General Zia Ul Haq:

«Las relaciones entre la CIA y el ISI cada vez eran más cálidas y se extendieron al sucesor de la expulsada Benazir Bhutto, el General Zia, con el advenimiento del régimen militar…». Durante la mayor parte de la guerra afgana, Pakistán se mostró más agresivamente antisoviético incluso que EEUU. Poco después de que el ejército soviético invadiera Afganistán en 1980, Zia [ul Haq] envió a su jefe del ISI a desestabilizar los estados soviéticos de Asia central. La CIA sólo consintió ese plan en octubre de 1984.

La CIA era más cauta que los pakistaníes. «Tanto Pakistán como EEUU adoptaron la táctica del engaño con respecto a Afganistán mediante una posición pública que pretendía estar negociando un acuerdo, mientras acordaban en privado que la escalada militar era la mejor vía». (Diego Cordovez y Selig Harrisan, «Out of Afganistán: The Inside Store of the Soviet Withdrawal», Oxford University Press, Nueva York, 1995. Véase también la revisión de Cordovez y Harrison en International Press Services, 22 de agosto de 1995).

La CIA patrocinó el tráfico de drogas

«La historia del comercio de drogas en Asia central está íntimamente relacionada con las operaciones secretas de la CIA. Antes de la guerra afgano-soviética, la producción de opio en Afganistán y Pakistán iba dirigida a los pequeños mercados regionales. No había producción local de heroína», (Alfred McCoy, «Drug Fallout: The CIA’s Forty Year Complicity in the Narcotics Trade», The Progressive, 1 de agosto de 1997).

El estudio del investigador Alfred McCoy confirma que a los dos años de la embestida de la operación de la CIA en Afganistán, «las fronteras afgano-pakistaníes se convirtieron en el primer productor mundial de heroína y cubrían el 60% de la demanda estadounidense». (Ibid)

«Los activos de la CIA controlaron este tráfico de heroína. Mientras las guerrillas muyahaidin se hacían con el territorio dentro de Afganistán, ordenaron a los campesinos que plantaron opio como impuesto revolucionario. A través de la frontera de Pakistán, las mafias locales y los dirigentes afganos, bajo la protección de la inteligencia pakistaní, operaban en cientos de laboratorios de heroína. Durante este decenio de comercio descarado de droga, la Drug Enforcement Agency estadounidense en Islamabad fracasó a la hora de efectuar confiscaciones o arrestos de importancia…» (Ibid)

Afganistán es un centro neurálgico estratégico en Asia central, que bordea la frontera occidental de China y de la extinta Unión Soviética. Aunque constituye un istmo hacia los corredores de los gaseoductos y oleoductos que unen la cuenca del mar Caspio con el mar Arábigo, también es una zona estratégica para la producción de opio, que en la actualidad, según fuentes de las Naciones Unidas, suministra más del 90% de la heroína al mercado mundial, lo que representa ingresos multimillonarios para las mafias del comercio, instituciones financieras, agencias de inteligencia y crimen organizado. (Véase Michel Chossudovsky, «America’s War on Terrorism», Global Research, 2005, capítulo XVI).

Protegido por la CIA, se desarrolló un incremento de la producción de opio en la era posterior a la Guerra Fría. Desde la invasión estadounidense de Afganistán en octubre de 2001, la producción de opio ha aumentado 33 veces. Las ganancias anuales del comercio de drogas en el Creciente Dorado se estiman entre 120.000 y 194.000 millones de dólares (2006), lo que representa más de la tercera parte de la facturación mundial anual del comercio de narcóticos. (Michel Chossudovsky, «Heroin is good for Your Healt, Occupation Forces Support Afgani Drug Trade», Global Research, abril de 2007. Véase también Doublas Keh: «Drug Money in a Changing World»,documento técnico nº 4, 1998).

De la guerra afgano-soviética a la guerra contra el terrorismo

A pesar de la desaparición de la Unión Soviética, no se desmanteló el extenso aparato de la inteligencia militar pakistaní (ISI). Después de la Guerra Fría, la CIA siguió apoyando a las brigadas islámicas fuera de Pakistán. Se pusieron en marcha nuevas iniciativas clandestinas en Oriente Próximo, Asia central, los Balcanes y el sureste asiático. Durante el período inmediatamente posterior al final de la Guerra Fría, el ISI pakistaní «sirvió de catalizador para la desintegración de la Unión Soviética y la aparición de seis nuevas repúblicas musulmanas en Asia central». (International Press Services, 22 de agosto de 1995).

Mientras tanto, misioneros islámicos de la secta wahabí de Arabia Saudí se habían establecido en las repúblicas musulmanas y dentro de la Federación Rusa, invadiendo las instituciones del Estado laico. A pesar de su ideología antiestadounidense, el fundamentalismo islámico servía en gran medida a los intereses estratégicos de Washington en la extinta Unión Soviética, los Balcanes y Oriente Próximo.

Tras la retirada de las tropas soviéticas en 1989, la guerra civil en Afganistán seguía sin remitir. Los talibanes estaban apoyados por los deobandis (3) pakistaníes y su partido político, el Jamiat-ul-Ulema-e-Islam (JUI). En 1993, el JUI entró en la coalición del gobierno pakistaní de la Primera Ministra Benazzir Bhutto y se establecieron vínculos entre el JUI, el ejército y el ISI. En 1996, con la caída del gobierno del Hezb-I-Islami Hekmatyar en Kabul, los talibanes no sólo establecieron un gobierno islámico de línea dura, sino que además «entregaron el control de los campos de entrenamiento en Afganistán a las facciones del JUI…» (Ahmed Rashid, «The Taliban: Exporting Extremism», Foreign Affaire, noviembre-diciembre, 1999, pág. 22).

El JUI, con el apoyo del movimiento wahabí saudí, jugó un papel clave a la hora de reclutar voluntarios para combatir en los Balcanes y en la Unión Soviética. (Ibid)

Jane’s Defence Weekly confirma que «la mitad de los integrantes y el equipamiento talibanes se originaron en Pakistán, a través del ISI». De hecho se ha sabido que tras la retirada soviética, ambos bandos de la guerra civil afgana continuaron recibiendo apoyo secreto de EEUU a través del ISI de Pakistán. (Tim McGirk, «Kabul Learns to Live with its Bearded Conquerors», The Independent, Londres, 6 de noviembre de 1996).

Con el apoyo de la inteligencia militar de Pakistán, que a su vez era controlada por la CIA, el Estado islámico talibán sirvió en gran parte a los intereses geopolíticos estadounidenses. Esto explica sin duda por qué Washington cerró los ojos ante el reino del terror que impusieron los talibanes en 1996, que incluía la flagrante derogación de los derechos de las mujeres, la clausura de los colegios para niñas, el despido de las mujeres funcionarias de las oficinas gubernamentales y el refuerzo de las «leyes de castigo de la Sharia». (K. Subrahmanyam, «Pakistan is Pursuing Asian Goals», India Abroad, 3 de noviembre de 1995).

El comercio de drogas del Creciente Dorado se utilizó también para financiar y equipar al ejército musulmán bosnio (desde los primeros años de la década de 1990) y al Ejército de Liberación de Kosovo (KLA). De hecho, en la época de los ataques del 11 de septiembre los mercenarios muyahaidines combatían en las filas de los terroristas del KLA-NLA en sus ataques en Macedonia.

La guerra en Chechenia

En Chechenia, la renegada región autónoma de la Federación Rusa, los principales líderes rebeldes, Shamil Basayev y Al Jattab, habían sido adoctrinados y entrenados en los campos patrocinados por la CIA en Pakistán y Afganistán. Según Yossef Bodansky, director del Grupo de trabajo sobre terrorismo y guerra no convencional del Congreso estadounidense, la guerra de Chechenia se planificó durante una cumbre del Hezbolá Internacional que se celebró en 1996 en Mogadiscio, Somalia. (Levon Sevunts, «Who’s Calling the Shots? Chechen conflicts finds Islamic roots in Afghanistan and Pakistan», The Gazette, Montreal, 26 de octubre de 1999.)

A la cumbre asistió nada menos que Osama Bin Laden, así como oficiales de alto rango de las inteligencias pakistaní e iraní. Es obvio que la implicación del ISI de Pakistán en Chechenia «va más allá del suministro de armas y especialistas a los chechenos: el ISI y sus compinches islámicos radicales son los que están provocando esta guerra» (Ibid).

La ruta de los oleoductos rusos más importantes pasa a través de Chechenia y Daguestán. A pesar de las condenas de Washington del terrorismo islámico, los beneficiarios indirectos de las guerras en Chechenia son los conglomerados de compañías petrolíferas anglo-estadounidenses que compiten por el control absoluto de los recursos petrolíferos y de los corredores de los oleoductos en el exterior de la cuenca del Mar Caspio.

Los dos principales ejércitos rebeldes chechenos (que en aquella época estaban dirigidos por el (difunto) comandante Shamil Basayev y Emir Jattab), estimados en 35.000 miembros, estaban apoyados por el ISI de Pakistán, que también jugó un papel fundamental en la organización y entrenamiento del ejército rebelde:

«[En 1994] los Servicios de Inteligencia pakistaníes consiguieron que Basayev y sus lugartenientes de confianza pasaran por un intenso adoctrinamiento islámico y un entrenamiento en guerra de guerrillas en la provincia de Khost, en Afganistán, en el campo de Amir Muawia, establecido en los primeros años de la década de 1980 por la CIA y el ISI y dirigido por el famoso señor de la guerra afgano Gulbuddin Hekmatyar. En julio de 1994, tras graduarse en Amir Muawia, Basayev pasó al campo de Markaz-i-Dawar, en Pakistán, para someterse a un entrenamiento en tácticas avanzadas de guerrilla. En Pakistán, Basayev se reunió con los oficiales de inteligencia y militares pakistaníes de más alto rango: el ministro de Defensa, general Aftab Shahban Miran; el ministro del Interior, general Naserullah Babar; y el jefe de la rama del ISI encargado de apoyar las causas islámicas, general Javed Ashraf (todos retirados ya). Pronto se demostró que los contactos de alto nivel fueron muy útiles para Basayev» (Ibid).

Tras su período de entrenamiento y adoctrinamiento, a Basayev se le asignó la dirección de los ataques contra las tropas federales rusas en la primera guerra chechena, en 1995. Su organización había desarrollado también amplios vínculos con los sindicatos del crimen de Moscú, así como lazos con el crimen organizado albanés y el KLA. En 1997-98, según el Servicio de Seguridad Federal de Rusia (FSB), «Los señores de la guerra chechenos empezaron a acaparar propiedades inmobiliarias en Kosovo… a través de varias firmas inmobiliarias registradas como tapaderas en Yugoslavia». (Vitaly Romanov y Víctor Yadukha, «Chechen Front Moves to Kosovo», Segodnia, Moscú, 23 de febrero de 2000)

Desmantelamiento de las instituciones laicas en la extinta Unión Soviética

El refuerzo de la ley islámica en las sociedades musulmanas, la mayoría laicas, de la extinta Unión Soviética, fue útil para los intereses estratégicos de EEUU en la región. Anteriormente prevalecía una fuerte tradición laica, basada en el rechazo de la ley islámica, en todas las repúblicas de Asia central y el Cáucaso, incluidas Chechenia y Daguestán (que forman parte de la Federación Rusa).

La guerra chechena de 1994-1996, emprendida por los principales movimientos rebeldes contra Moscú, sirvió para socavar las instituciones estatales laicas. En muchas localidades de Chechenia se implantó un sistema paralelo de gobierno local controlado por las milicias islámicas. En algunos pueblos y ciudades pequeñas se establecieron tribunales islámicos de la Sharia bajo un reinado de terror político.

La ayuda financiera de Arabia Saudí y los estados del Golfo a los ejércitos rebeldes estuvo condicionada a la implantación de los tribunales de la Sharia, a pesar de la fuerte oposición de la población civil. El Juez Principal y Amir de los tribunales de la Sharia en Chechenia era el Sheij Abu Umar, que «llegó a Chechenia en 1995 y se unió a las filas de los muyahaidines que había allí bajo el liderazgo de Ibn-ul-Jattab… Estableció que se enseñara el Islam a los muyahaidines chechenos según las creencias correctas, porque muchos de ellos seguían unas creencias equivocadas y tergiversadas sobre el Islam». (Global Muslim News, http://www.islam.org.au/articles/21/news.htm, diciembre de 1997)

Mientras tanto, las instituciones estatales de la Federación Rusa se derrumbaban bajo las terribles medidas de austeridad impuestas por el FMI durante la presidencia de Boris Yeltsin. En contraste, los tribunales de la Sharia, financiados y equipados por Arabia Saudí, iban desplazando gradualmente a las instituciones estatales de la Federación Rusa y de la región autónoma de Chechenia.

El movimiento wahabí de Arabia Saudí no sólo trataba de invadir las instituciones civiles del Estado en Daguestán y Chechenia, sino que además intentaba desplazar a los tradicionales dirigentes musulmanes sufíes. De hecho, la resistencia a los rebeldes islámicos en Daguestán se basó en la alianza de los gobiernos (laicos) locales con los sheijs sufíes:

«Estos grupos [wahabíes] consisten en células diminutas, pero bien financiadas y bien armadas. Con estos ataques se proponen crear el terror en el corazón de las masas… Al crear anarquía y caos, estos grupos pueden reforzar a su propia rama, dura e intolerante, del Islam… Tales grupos no representan el punto de vista general del Islam que mantienen la inmensa mayoría de los musulmanes y eruditos islámicos, para quienes el Islam ejemplifica el parangón de la civilización y moralidad perfectas. Lo que representan no es más que un movimiento hacia la anarquía bajo una etiqueta islámica… su intención no es en absoluto la de crear un Estado islámico, sino crear un estado de confusión en el cual puedan prosperar». (Mateen Siddiqui, «Differentiatin Islam from Militant ‘Islamists’», San Francisco Chronicle, 21 de septiembre de 1999).

Fomento de los movimientos secesionistas en la India

En paralelo con sus operaciones secretas en los Balcanes y en la extinta Unión Soviética, el ISI de Pakistán, desde la década de 1990, proporcionó apoyo a varias insurgencias islámicas secesionistas en la Cachemira india.

Aunque Washington las condenó oficialmente, esas operaciones secretas del ISI se llevaban a cabo con la aprobación tácita del gobierno estadounidense. Coincidiendo con el Acuerdo de Paz de Ginebra de 1989 y la retirada soviética de Afganistán, el ISI fue el instrumento para la creación de los militantes Jammu y Muyahaidines Hizbul de Cachemira (JKHM). (Véase K. Subrahmanyam, «Pakistan is Pursuing Asian Goals», India Abroad, 3 de noviembre de 1995).

Inmediatamente después del 11 de septiembre, los ataques terroristas de diciembre de 2001 contra el Parlamento indio –que contribuyeron a poner a la India y Pakistán al borde de la guerra- estuvieron dirigidos por dos grupos rebeldes con base en Pakistán, Lashkar-e-Taiba (Ejército de los Puros) y Jaish-e-Muhammad (Ejército de Muhammad), ambos apoyados secretamente por el ISI de Pakistán. (Council on Foreign Relations (CFR), «Terrorism: Questions and Anwers, Harakat ul-Mujahideen, Lashkar-e-Taiba, Jaish-e-Muhammad», http://www.terrorismanswers.com/groups/harakat2.html, Washington 2002. Nota: Este informe ya no está en la página de Internet del CFR).

El oportuno ataque al Parlamento indio, seguido de disturbios étnicos en Gujarat a principios de 2002, fue la culminación de un proceso iniciado en la década de 1980, financiado por el dinero de la droga y amparado por la inteligencia militar de Pakistán.

Ni que decir tiene que esos ataques terroristas apoyados por el ISI servían a los intereses geopolíticos de EEUU. El poderoso Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), que juega un papel en la trastienda de la formulación de la política exterior estadounidense, confirma que los grupos rebeldes de Lashkar y Jaish están apoyados por el ISI:

«A través de su Agencia de Servicios de Inteligencia (ISI), Pakistán ha proporcionado financiación, armas, entrenamiento, instalaciones y ayuda para cruzar las fronteras a Lashkar y Jaish. Este apoyo –un intento de repetir en Cachemira la ‘guerra santa’ de las brigadas islamistas internacionales contra la Unión Soviética en Afganistán- ayudó a introducir el Islam radical en el conflicto de larga duración sobre el destino de Cachemira…

¿Han recibido estos grupos financiación de otras fuentes además del gobierno pakistaní?

Sí. Miembros de las comunidades de Pakistán y Cachemira en Inglaterra enviaron millones de dólares al año y los simpatizantes wahabíes del Golfo Pérsico también proporcionaron apoyo.

¿Los islamistas de Cachemira están vinculados a Al Qaeda?

Sí. En 1998, el líder de Harakat, Faruq Kahsmiri Jalil, firmó la declaración de Osama Bin Laden en la que llamaba a lanzar ataques contra los estadounidenses, incluidos los civiles, y sus aliados; Bin Laden también es sospechoso de financiar al Jaish, según oficiales indios y estadounidenses. Y Maulana Massoud Azhar, fundador del Jaish, viajó varias veces a Afganistán para reunirse con Bin Laden.

¿Dónde se entrenaban estos militantes islamistas?

A muchos de ellos se les proporcionaba entrenamiento ideológico en las mismas medersas o en seminarios musulmanes que instruían a los talibanes y a los combatientes extranjeros en Afganistán. Recibían entrenamiento militar en campos de Afganistán o en pueblos de Cachemira controlados por Pakistán. Grupos extremistas han abierto recientemente varias medersas nuevas en Azad Cachemira».

(Council on Foreign Relations, «Terrorism: Questions and Answers, Harakat ul-Mujahideen, Lashkar-e-Taiba, Jaish-e-Muhammad»,

http://www.terrorismanswers.com/groups/harakat2.html, Washington, 2002. Este texto fue eliminado de la página de Internet del CFR en 2006)

Lo que no reconoce el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) son los vínculos entre el ISI y la CIA y el hecho de que las «Brigadas islámicas internacionales» fueron una creación de la CIA.

Movimientos insurgentes en China patrocinados por Estados Unidos

También es importante para entender la guerra estadounidense contra el terrorismo, observar la existencia de insurgencias islámicas apoyadas por el ISI en la frontera occidental de China con Afganistán y Pakistán. En realidad, varios de los movimientos islámicos de las repúblicas musulmanas de la extinta Unión Soviética están integrados por movimientos turkestanos y uigures de la región autónoma Uigur de Xinjiang, en China.

Esos grupos separatistas –que incluyen a la Fuerza Terrorista del Este del Turkestán, al Partido Reformista Islámico, la Alianza Unida Nacional del Este del Turkestán, la Organización de Liberación Uigur y el Partido de la Yihad Uigur de Asia central- han recibido todos ellos apoyo y entrenamiento del Al Qaeda de Osama Bin Laden (Según fuentes oficiales chinas citadas en UPI, en noviembre de 2001). El objetivo declarado de esas resistencias islámicas en China es el «establecimiento de un califato islámico en la región». (Defence and Security, 30 de mayo de 2001).

El califato estaría integrado por Uzbekistán, Tayikistán, Kirguizistán (Turkestán occidental) y la región autónoma Uigur de China (este de Turkestán) en una entidad política única.

El «proyecto del califato» invade la soberanía territorial china. Apoyado por varias fundaciones wahabíes de los Estados del Golfo, el secesionismo en la frontera occidental china es, de nuevo, coherente con los intereses estratégicos de EEUU en Asia central. Mientras tanto, un poderoso lobby con sede en EEUU estaba canalizando el apoyo a las fuerzas separatistas del Tibet.

Fomentando tácitamente la secesión de la región Uigur de Xinjiang (utilizando al ISI pakistaní como intermediario), Washington está intentando desencadenar un proceso más amplio de desestabilización política y de fractura en la República Popular de China. Además de esas diversas operaciones secretas, EEUU ha establecido bases militares en Afganistán y en varias de las antiguas repúblicas soviéticas, directamente sobre la frontera occidental china.

La militarización del Mar del Sur de China y el Estrecho de Taiwán también es parte integrante de esta estrategia.

Yugoslavia

A lo largo de la década de 1990, el ISI pakistaní fue utilizado por la CIA como intermediario para canalizar armas y mercenarios muyahaidines al Ejército Musulmán Bosnio en la guerra civil de Yugoslavia. Según un informe de International Media Corporation, que tiene la sede en Londres:

«Fuentes fidedignas informan de que actualmente [1994] EEUU está participando activamente en el entrenamiento y armamento de las fuerzas musulmanas de Bosnia-Herzegovina, contraviniendo directamente los acuerdos de las Naciones Unidas. Agencias estadounidenses han estado proporcionando armas made in… China (PRC), Corea del Norte (DPRK) e Irán. Las fuentes indicaban que… Irán, con el conocimiento y acuerdo del gobierno estadounidense, suministró un gran número de lanzadores múltiples de cohetes y una gran cantidad de munición a las fuerzas bosnias. Esta munición incluía cohetes de 107 mm y 122 mm de la PRC y lanzadores múltiples de cohetes VBR-230… fabricados en Irán. …se informó [también] de que 400 miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní (pasdaranes) llegaron a Bosnia con un gran suministro de armas y munición. Se sostuvo que la CIA tenía total conocimiento de la operación y que creía que algunos de los 400 se habían destacado para futuras operaciones terroristas en Europa Occidental.

La Administración estadounidense no limitó su implicación a contravenir de forma clandestina el embargo de armas a la región decretado por las Naciones Unidas… Envió [también] tres delegaciones de alto rango durante los dos años pasados [antes de 1994] y ha efectuado intentos fallidos de alinear al gobierno yugoslavo a la política estadounidense. Yugoslavia es el único estado de la región que no ha aceptado las presiones de EEUU». (International Media Corporation, Defence and Strategy Policy, U.S. Commits Forces, Weapons to Bosnia, Londres, 31 de octubre de 1994)

De buena tinta

Irónicamente, las operaciones clandestinas de la inteligencia militar de la administración Bush en Bosnia, que se dedicaron a impulsar la formación de brigadas islámicas, fueron completamente documentadas por el Partido Republicano. Un extenso informe del Comité del Partido Republicano en el Senado (RPC) al Congreso se publicó en 1997, confirmando en gran medida el informe citado anteriormente de la International Media Corporation. El informe del RPC al Congreso acusa a la Administración Clinton de haber «ayudado a transformar Bosnia en una base islámica militante», que llevó al reclutamiento, a través de la denominada «Red islámica militante», de miles de muyahaidines del mundo musulmán:

«Quizá, lo más amenazador para la misión de la SFOR (4) –y, más importante, para la seguridad del personal estadounidense que sirve en Bosnia- es la falta de voluntad de la administración Clinton para dejar clara ante el Congreso y ante el pueblo estadounidense su complicidad en la entrega de armas, desde Irán, al gobierno musulmán en Sarajevo». Esa política, aprobada personalmente por Bill Clinton en abril de 1994 ante el requerimiento del Director designado de la CIA -y entonces jefe del NSC (5)-, Anthony Lake, y el Embajador de EEUU en Croacia, Peter Galbraith, ha jugado, según Los Angeles Times (que cita fuentes clasificadas de la comunidad de la inteligencia), «un papel central en el grave aumento de influencia iraní en Bosnia.

(…)

Junto con las armas, entraron en Bosnia Guardias Revolucionarios Iraníes y operativos de inteligencia VEVAK en grandes cantidades, además de miles de muyahaidines (guerreros santos) de todo el mundo musulmán. En ese mismo contingente estaban implicados también otros países musulmanes (incluidos Brunei, Malasia, Pakistán, Arabia Saudí, Sudán y Turquía) y un número de organizaciones radicales musulmanas. Por ejemplo, está muy bien documentado el papel de una organización humanitaria, con sede en Sudán, llamada Third World Relief Agency (TWRA). La implicación práctica de la administración Clinton con la red islámica de armamento incluyó inspecciones de misiles en Irán por oficiales del gobierno estadounidense… La TWRA, con sede en Sudán, una farsa de organización humanitaria…. Ha sido el vínculo más importante en el corredor de armas hacia bosnia…. Se cree que la TWRA está conectada con elementos de la red del terrorismo islámico tales como el Sheij Omar Abdel Rahman (el cerebro condenado tras el bombardeo al World Trade Center de 1993) y Osama Bin Laden, un acaudalado emigrado saudí del que se cree que financia a numerosos grupos militantes (Washington Post, 22 de septiembre de 1996).

(Congressional Press Release, Republican Party Comité (RPC), US Congreso, «Clinton Approvedd Iranian Arms Transfer Help Turn Bosnia into Miiltant Islamic Base», Washington DC, 16 de enero de 1997, disponible en la página de Internet del Centre of Research of Globalisation (CRG) en: http://globalresearch.ca/articles/DCH109A.html . El documento original está en la página de Internet del Comité del Partido Republicano en el Senado estadounidense (Senador Larry Craig), en:

http://www.senate.gob/rpc/releases/1997/iran.htm; (véase también el Washington Post, 22 de septiembre de 1999)

Complicidad de la administración Clinton

En otras palabras, el informe del Comité del Partido Republicano confirma sin lugar a dudas la complicidad de la administración Clinton con varias organizaciones fundamentalistas, incluida Al Qaeda.

En aquella época los republicanos querían socavar la administración Clinton. Sin embargo, en un momento en que todo el país ponía sus ojos fascinados en el escándalo «Monica Lewinsky», los republicanos no optaron por elegir el desencadenamiento de un inoportuno asunto «Irán-Bosniagate» que podría haber desviado, sin duda, la atención pública del escándalo Lewinsky. Los republicanos querían imputar a Bill Clinton por «mentir al pueblo estadounidense» sobre su affaire con la becaria de la Casa Blanca. Con respecto a las mucho más importantes «mentiras en política exterior» sobre la carrera de las drogas y las operaciones clandestinas en los Balcanes, demócratas y republicanos se mostraban, al unísono, de acuerdo, sin duda presionados por el Pentágono y la CIA, para no revelar los secretos.

De Bosnia a Kosovo

El «modelo bosnio» descrito en el informe del RPC recibió la réplica de Kosovo. Con la complicidad de la OTAN y del Departamento de Estado estadounidense, se reclutaron mercenarios muyahaidines de Oriente Próximo y Asia Central para combatir en las filas del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) en 1998-99, en gran medida en apoyo del esfuerzo de guerra de la OTAN.

«La tarea de armar y entrenar al KLA, confirmada por fuentes militares británicas, se confió en 1998 a la Agencia de Inteligencia de la Defensa de EEUU (DIA) y al Servicio de Inteligencia Secreto de Gran Bretaña, el MI6, junto con algunos miembros retirados y otros en activo de las 22 SAS (22 Regimiento de Servicios Aéreos Especiales de Gran Bretaña), así como a tres compañías privadas de seguridad británicas y estadounidenses». (The Scotsman, Edimburgo, 29 de agosto de 1999).

«La DIA estadounidense se unió al MI6 para organizar un programa de entrenamiento para el KLA», según una fuente de alto rango del ejército británico. «El MI6 subcontrató entonces la operación con dos compañías de seguridad británicas que a su vez enrolaron a una cifra de antiguos miembros del regimiento (22 SAS). Se hicieron una serie de listados con las armas y el equipo que el KLA necesitaba. Mientras continuaban estas operaciones clandestinas, miembros en activo del Regimiento 22 SAS, en su mayoría de la unidad del Escuadrón D, se desplegaron en primer lugar en Kosovo antes del comienzo de la campaña de bombardeos de marzo». (Truth in Media, «Kosovo in Crisis», Phoenix, Arizona, http://www.truthinmedia.org/, 2 de abril de 1999).

«Mientras las Fuerzas Especiales SAS británicas con bases en el norte de Albania entrenaban al KLA, instructores militares de Turquía y Afganistán, financiados por la Yihad islámica colaboraban en el entrenamiento del KLA en tácticas de guerrilla y distracción» (The Sunday Times, Londres, 29 de noviembre de 1998).

«El mismo Bin Laden visitó Albania. El suyo era uno de los grupos fundamentalistas que habían enviado unidades a combatir en Kosovo, …se cree que Bin Laden estableció una operación en Albania en 1994… fuentes albanas dicen que Sali Berisha, que era entonces el presidente, tenía vínculos con algunos grupos que más tarde se comprobó que eran fundamentalistas extremistas» (Ibid)

Testimonios en el Congreso sobre los vínculos entre el KLA y Al Qaeda

A mediados de la década de 1990, la CIA y el Servicio Secreto alemán, el BND, unieron sus esfuerzos para proporcionar apoyo al Ejército de Liberación de Kosovo (KLA). A su vez, éste recibía apoyo de Al Qaeda.

Según Frank Cilluffo, del Programa para el crimen organizado global, en un testimonio de diciembre de 2000 ante el Comité Judicial de la Cámara de Diputados:

«Lo que en gran medida se ocultaba al conocimiento público era el hecho de que el KLA obtenía parte de sus fondos de la venta de drogas. Albania y Kosovo están en el corazón de la ‘ruta balcánica’, que une el Creciente Dorado de Afganistán y Pakistán con los mercados de la droga de Europa. Se estima que esta ruta factura aproximadamente 400.000 millones de dólares al año y maneja el 80% de la heroína destinada al consumo europeo». (Congreso de EEUU, Testimonio de Frank J. Cilluffo, Director Adjunto del Programa contra el crimen organizado global, ante el Comité Judicial del Congreso, Washington D.C., 13 de diciembre de 2000).

Según Ralf Mutschke, de la División de Inteligencia Criminal de la Interpol, también en un testimonio ante el Comité Judicial del Congreso:

«El Departamento de Estado de EEUU definió el KLA como organización terrorista, indicando que financiaba sus operaciones con dinero del comercio internacional de la heroína y con créditos de países e individuos islámicos, entre ellos, supuestamente, Osama Bin Laden». Otro vínculo con Bin Laden lo representa el hecho de que el hermano de un dirigente en una organización de la Yihad egipcia, y además comandante militar de Osama Bin Laden, dirigió una unidad de elite del KLA durante el conflicto de Kosovo». (Congreso de EEUU, Testimonio de Ralf Mutschke, de la División de Inteligencia Criminal de la Interpol, ante el Comité Judicial del Congreso, Washington DC, 13 de diciembre de 2000).

Madeleine Albright codicia el KLA

Esos vínculos del KLA con el terrorismo internacional y el crimen organizado, documentados por el Congreso estadounidense, fueron totalmente ignorados por la administración Clinton. De hecho, en los meses que precedieron a los bombardeos de Yugoslavia, la Secretaria de Estado Madeleine Albright estuvo muy ocupada construyendo una «legitimidad política» para el KLA. El ejército paramilitar fue ascendido –de un día para otro- al estatuto de fuerza «democrática» bone fide en Kosovo. A su vez, Madeleine Albright forzó la senda de la diplomacia internacional: el KLA fue aupado para jugar un papel clave en las fracasadas «negociaciones de paz» de Rambouillet, a principios de 1999.

El Senado y el Congreso aprueban tácitamente el terrorismo de Estado

Aunque varios informes del Congreso confirmaron que el gobierno estadounidense había estado trabajando mano a mano con el Al Qaeda de Osama Bin Laden, esto no impidió que Clinton, y más tarde la administración Bush, armaran y equiparan al KLA. Los documentos del Congreso también confirman que miembros del Senado y el Congreso sabían de la relación de la administración con el terrorismo internacional. Se cita la declaración del republicano John Kasich del Comité de Servicios Armados del Congreso: «Nos pusimos en contacto [en 1998-99] con el KLA, que era la plataforma de Bin Laden…» (Congreso de EEUU, Transcripciones del Comité de Servicios Armados del Congreso, Washington D.C., 5 de octubre de 1999).

Tras los trágicos sucesos del 11 de septiembre, republicanos y demócratas al unísono, dieron su apoyo total al presidente para que emprendiera la guerra contra Osama.

En 1999, el Senador Jo Lieberman había afirmado autorizadamente que «Luchar por el KLA es luchar por los derechos humanos y los valores estadounidenses». En las horas siguientes al ataque con misiles contra Afganistán, el día 7 de octubre, el mismo Jo Lieberman pidió ataques aéreos de castigo contra Iraq: «Estamos en guerra contra el terrorismo… No podemos detenernos en Bin Laden y los talibanes». Efectivamente, el Senador Jo Lieberman, como miembro del Comité de Servicios Armados del Senado, tenía acceso a todos los documentos del Congreso referentes a los «vínculos del KLA con Osama». Al hacer esa declaración era completamente consciente de que las agencias del gobierno estadounidense, así como la OTAN, estaban apoyando el terrorismo internacional.

La «Red militante islámica» y la OTAN se unen en Macedonia

Debido a la guerra de 1999 en Yugoslavia, las actividades terroristas del KLA se fueron extendiendo por el sur de Serbia y Macedonia. Mientras tanto el KLA –rebautizado como el Cuerpo de protección de Kosovo (KPC)- se acogió al estatuto de las Naciones Unidas, lo que implicaba la aprobación de fuentes «legítimas» de financiación a través de la ONU, así como a través de canales bilaterales, incluida la ayuda militar directa de EEUU.

Y apenas dos meses después del estreno del KPC, bajo los auspicios de la ONU (septiembre de 1999), los comandantes del KPC-KLA –utilizando recursos y equipamiento de la ONU- ya estaban preparando ataques en Macedonia, como lógica continuación de sus actividades terroristas en Kosovo. Según el Skopje Daily Dnevnik, el KPC había establecido una «sexta zona operativa» en el sur de Serbia y en Macedonia:

«Ciertas fuentes, que insisten en su anonimato, declaran que ya se han establecido en Tetovo, Gostivar y Skpje los cuarteles de las brigadas de protección de Kosovo [vinculadas al KPC patrocinado por la ONU]. Se están preparando también en Debar y Struga [en la frontera con Albania] y sus miembros tienen códigos definidos». (Macedonian Information Centre Newsletter, Skpje, 21 de marzo de 2000, publicado por BBC Summary of World Broadcast, 24 de marzo de 2000).

Según la BBC, «fuerzas especiales occidentales estaban todavía entrenando a las guerrillas», lo que significa que estaban ayudando al KLA a abrir la sexta zona de operaciones en el sur de Serbia y en Macedonia». (BBC, 29 de enero de 2001).

«Entre los mercenarios extranjeros que luchaban en Macedonia en 2001 en las filas del autoproclamado Ejército de Liberación Nacional (NLA), había muyahaidines de Oriente Próximo y de las repúblicas de Asia central de la extinta Unión Soviética. También, dentro de las fuerzas apoderadas del KLA en Macedonia había mercenarios de Gran Bretaña, Holanda y Alemania. Algunos de estos mercenarios occidentales habían luchado previamente con el KLA y el Ejército musulmán bosnio». (Scotland on Sunday, 15 de junio de 2001. Véase también UPI, 9 de julio de 2001. Para más detalles, véase de Michel Chossudovsky: «America’s War on Terrorism», Global Research, 2005, capítulo III).

Ampliamente documentado por la prensa macedonia y por declaraciones de las autoridades macedonias, el gobierno estadounidense y la Red militante islámica estaban trabajando en equipo apoyando y financiando al llamado Ejército de liberación nacional (NLA) que estaba implicado en ataques terroristas en Macedonia. El NLA es un apoderado del KLA. A su vez, el KLA y el KPC, patrocinado por la ONU, son instituciones idénticas con los mismos comandantes y personal militar. Los comandantes del KPC, a sueldo de la ONU, estaban combatiendo en el NLA junto a los muyahaidines.

Pero todo era todavía mucho más retorcido, mientras la Al Qaeda de Osama Bin Laden apoyaba y financiaba al KLA-NLA, éste también recibía apoyo de la OTAN y de la misión de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK). De hecho, la Red militante islámica aún constituye una parte integrante de las operaciones de inteligencia militares clandestinas de Washington en Macedonia y en el sur de Serbia.

Los terroristas del KLA-NLA estaban financiados por la ayuda del ejército estadounidense, por el presupuesto para el mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas y por varias organizaciones islámicas, incluida Al Qaeda. Se utilizaba también el dinero de la droga para financiar a los terroristas con la complicidad del gobierno estadounidense. El reclutamiento de muyahaidines para combatir en las filas del NLA en Macedonia se llevó a cabo a través de varios grupos islámicos.

Los consejeros militares estadounidenses se mezclaron con los muyahaidines dentro de la misma fuerza paramilitar, mercenarios occidentales de los países de la OTAN luchaban junto a los muyahaidines reclutados en Oriente Próximo y Asia Central. ¡Y los medios estadounidenses definen esto como un «contratiempo» por el que supuestos «activos de la inteligencia» se volvieron contra sus patrocinadores!

¡Pero todo esto no sucedió durante la Guerra Fría! Tuvo lugar en Macedonia en 2000-2001. Confirmado por numerosos informes de prensa, relatos de testigos, pruebas fotográficas, así como declaraciones oficiales del Primer Ministro macedonio, que acusó a la alianza militar occidental de incitar al terrorismo, EEUU había estado apoyando a las brigadas islámicas apenas unos pocos meses antes de los ataques del 11 de septiembre

La agenda oculta de Washington

La política exterior estadounidense no encaja con el objetivo de frenar la oleada del fundamentalismo islámico. De hecho, es más bien al contrario. El importante desarrollo del Islam radical, debido a la Guerra Fría con la Unión Soviética y Oriente Próximo, coincide con la agenda oculta de Washington. Esta última consiste en sostener, más que combatir, el terrorismo internacional, a la vez que desestabiliza las sociedades nacionales e impide la articulación de auténticos movimientos sociales laicos dirigidos contra el imperio estadounidense.

Washington continúa apoyando –a través de las operaciones secretas de la CIA- el desarrollo del fundamentalismo islámico en todo Oriente Próximo, en la antigua Unión Soviética, en China y en la India.

Por todo el mundo en vías de desarrollo, el crecimiento del sectarismo, del fundamentalismo y de organizaciones de ese tipo sirve a los intereses estadounidenses. Esas diversas organizaciones e insurgencias armadas se han desarrollado especialmente en países donde las instituciones del Estado se han colapsado por culpa de las reformas económicas patrocinadas por el FMI.

Esas organizaciones fundamentalistas contribuyen a destruir y desplazar a las instituciones laicas.

El fundamentalismo islámico crea divisiones sociales y étnicas. Socava la capacidad de los pueblos para organizarse contra el imperio estadounidense. Esas organizaciones o movimientos, como el de los talibanes, a menudo fomentan la oposición al tío Sam de un modo que no constituye amenaza real alguna para los principales intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos.

Borrando la historia de Al Qaeda

Desde septiembre de 2001, la mayor parte de la historia de Al Qaeda ha sido borrada. Rara vez se mencionan los vínculos de las sucesivas administraciones estadounidenses con la red del terror islámico.

En octubre de 2001 se lanzó una grave guerra en Oriente Próximo y Asia central, supuestamente contra el terrorismo internacional, por un gobierno que había estado abrigando al terrorismo internacional como parte de su agenda de política exterior. Es decir, que se fabricó totalmente la justificación principal para emprender la guerra contra Afganistán e Iraq. El pueblo estadounidense fue deliberada y conscientemente engañado por su gobierno.

Esa decisión de engañar al pueblo estadounidense se tomó el 11 de septiembre de 2001, apenas unas pocas horas después de los ataques terroristas contra el World Trade Center.Sin pruebas que apoyasen la tesis, Osama aparecía señalado como el «principal sospechoso». Dos días después, el jueves 13 de septiembre –cuando la investigación del FBI apenas había comenzado- el presidente Bush se comprometió a «llevar al mundo a la victoria».

Aunque la CIA reconoce tácitamente que Al Qaeda durante la Guerra Fría fue un «activo de la inteligencia», también ha manifestado que esa relación pertenecía a un tiempo pasado.

La mayor parte de los informes y noticias tras el 11 de septiembre tienden a considerar que esos vínculos entre Al Qaeda y la CIA pertenecen a «otra época», a los tiempos de la guerra afgano-soviética. Invariablemente se consideran irrelevantes para entender el 11 de septiembre y la guerra global contra el terrorismo. Pero apenas unos pocos meses antes del 11 de septiembre había pruebas de colaboración activa entre miembros del ejército estadounidense y operativos de Al Qaeda en la guerra civil de Macedonia.

El papel de la CIA en el apoyo y desarrollo de las organizaciones terroristas internacionales durante la Guerra Fría, perdido en el aluvión de la historia reciente, casualmente se ignora o se desprecia por los medios de comunicación occidentales.

Un flagrante ejemplo de la distorsión de los medios tras el 11 de septiembre es la tesis del «blowback» (6): Se dice que los «activos de inteligencia se han vuelto contra sus patrocinadores; hemos hecho que nuestras propias armas nos estallen en la cara». En una exhibición de lógica retorcida, la administración estadounidense y la CIA son retratadas como víctimas desgraciadas:

«Los sofisticados métodos enseñados a los muyahaidines y los miles de toneladas de armas que EEUU –y Gran Bretaña- les suministraron, ahora están atormentando a Occidente con el fenómeno conocido como ‘blowback’, donde una estrategia política se vuelve contra sus propios ideólogos». (The Guardian, Londres, 15 de septiembre de 21001).

Sin embargo, los medios estadounidenses reconocen que la llegada de los talibanes al poder [en 1996] es en parte el resultado del apoyo estadounidense a los muyahaidines –el grupo islámico radical- durante la guerra de la década de 1980 contra la Unión Soviética. Pero también desechan fácilmente sus propias declaraciones fácticas y concluyen a coro que la CIA fue engañada por un falso Osama. Es como la historia del «hijo que se rebela contra su padre».

La tesis del golpe de respuesta es una maquinación

La CIA nunca cortó sus vínculos con la «Red militante islámica». Hay pruebas suficientes de que Al Qaeda sigue siendo una entidad de inteligencia patrocinada por Estados Unidos. Se presenta a Al Qaeda como el arquitecto del 11 de septiembre, sin mencionar sus vínculos históricos con la CIA y los servicios secretos de Pakistán, ISI.

Al mismo tiempo que Al Qaeda sigue estando firmemente bajo control de los servicios secretos de Estados Unidos, el gobierno de este país ha hecho repetidas declaraciones de que este «enemigo exterior» golpeará de nuevo, y de que está al caer un nuevo 11 de septiembre, en Estados Unidos o en cualquier otra parte del mundo occidental:

«(Hay) indicadores de que el ataque a corto plazo… igualará o incluso superará a los ataques del 11 de septiembre… y parece claro que la capital de país y la ciudad de Nueva Cork, probablemente, están en todas las listas». (Declaraciones de Tom Ridge, en la Navidad de 2003).

«¿Me pregunta usted que si es grave? Puede usted apostar lo que quiera. La gente no hace eso a menos que la situación sea grave». (Donald Rumsfeld, 2003).

«Hay informes verosímiles que indican que Al Qaeda sigue adelante con sus planes de perpetrar ataques a gran escala en Estados Unidos, en un intento de perturbar nuestro sistema democrático. Se trata de una información de gravedad sobre los que desean hacernos daño… Pero cada día que pasa nuestro país se hace más fuerte». (George W. Bush, julio 2004).

«El enemigo que golpeó el 11 de septiembre está roto y debilitado, pero sigue siendo letal, y tiene la intención de golpearnos de nuevo». (Dick Cheney, julio 2006).

«Otro ataque como el del 11 de septiembre podría crear a la vez una justificación y una oportunidad para tomar represalias contra algunos objetivos conocidos». (Funcionario del Pentágono, citado por el Washington Post el 23 de abril de 2006).

Propaganda de guerra

Un ataque terrorista en territorio estadounidense de la envergadura y la naturaleza del perpetrado el 11 de septiembre conduciría –según el ex comandante jefe del US Central Command (USCENTCOM), el general Tommy Franks— a la liquidación del gobierno constitucional. En una entrevista de diciembre de 2003, poco mencionada en los medios de comunicación de EEUU, el general Franks describía un guión consistente en la suspensión de la Constitución y la instalación de un gobierno militar en Estados Unidos:

«En algún lugar del mundo occidental se producirá una acción terrorista masiva y muy mortífera –quizás en Estados Unidos— que hará que la gente se cuestione nuestra propia Constitución y será el comienzo de la militarización de nuestro país, con el fin de evitar una repetición de otra acción masiva y letal» (Cigar Aficionado, diciembre de 2003).

Franks hacía alusión a un acontecimiento como el ataque a Pearl Harbor (diciembre de 1941), que sería utilizado para galvanizar a la opinión pública estadounidense en apoyo de un gobierno militar y un estado policial.

La «acción terrorista masiva y muy mortífera» era para el general Franks un punto de inflexión crucial. La crisis, la agitación social y la indignación pública subsiguientes facilitarían un cambio de amplio espectro en las estructuras políticas, sociales e institucionales estadounidenses.

Es importante comprender que el general Franks no estaba dando una opinión personal en este asunto. Su afirmación corresponde al punto de vista dominante en el Pentágono y el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security) sobre qué hacer en caso de una emergencia nacional.

«Acontecimientos que causarían una gran mortalidad»

Los «acontecimientos que causarían una gran mortalidad» son una parte integrante de la doctrina militar. La destrucción y la pérdida de vidas derivadas de un ataque terrorista contribuyen a crear una ola de indignación pública. Establecen las condiciones de miedo e intimidación colectivos que facilitan la derogación de las libertades públicas y la introducción de medidas propias de un Estado policial.

Los ataques del 11 de septiembre al World Trade Center y al Pentágono se utilizaron para galvanizar el apoyo público a la invasión de Afganistán, que tuvo lugar apenas cuatro semanas más tarde. Sin pruebas que lo demostrasen Al Qaeda, que supuestamente contaba con el apoyo del gobierno talibán, fue declarado responsable de los ataques del 11 de septiembre.

La planificación de un escenario bélico de gran envergadura se había iniciado mucho tiempo antes del 11 de septiembre. Si bien el ejército de EEUU ya estaba en un «avanzado estado de disponibilidad» mucho antes de los ataques del 11 de septiembre, la decisión de ir a la guerra contra Afganistán se tomó en la noche del 11 de septiembre y se anunció formalmente a la mañana siguiente. Entretanto la OTAN, invocando el artículo 5 del Tratado de Washington, declaró la guerra a Afganistán en nombre de todos los Estados miembros signatarios de la Alianza. La declaración de guerra de la OTAN, fundamentada en el principio de «autodefensa», se hizo pública 24 horas después de los ataques del 11 de septiembre.

El artículo 5 del Tratado de Washington se invocó por primera vez el 12 de septiembre de 2001. Los aliados europeos de Estados Unidos, y Canadá, brindaron su apoyo tras los ataques terroristas y la OTAN hizo suya la «Guerra global contra el terrorismo» preconizada por EEUU. Catorce países miembros de la OTAN enviaron tropas a Afganistán (NATO Review, verano de 2006: http://www.nato.int/docu/review/2006/issue2/english/summaries.html)

Operación Northwoods

La «acción masiva y muy mortífera» del 11 de septiembre tuvo un papel crucial en el proceso de planificación militar. A los ojos de la opinión pública, proporcionó un pretexto para la guerra.

El encadenamiento de «incidentes que sirvieron de pretexto para la guerra» forma parte de los supuestos del Pentágono. De hecho, forma parte también de la historia militar de Estados Unidos. En 1962, la Junta de Jefes de Estado Mayor tenía un plan secreto denominado Operación Northwoods, para causar deliberadamente la muerte de civiles que justificase la invasión de Cuba:

«Podríamos hacer saltar por los aires un buque estadounidense en la bahía de Guantánamo y culpar de la acción a Cuba. Podríamos desencadenar una campaña de terror cubano-comunista en la zona de Miami y en otras ciudades de Florida, e incluso en Washington. Las listas de víctimas publicadas por los diarios estadounidenses provocarían una aprobadora ola de indignación nacional». (Documento top secret de 1962, actualmente desclasificado, titulado «Justification for U.S. Military Intervention in Cuba» (Justificación de una intervención militar de EE UU en Cuba) [En relación con la Operation Northwoods véase http://www.globalresearch.ca/articles/NOR111A.html) .]

Amenazas terroristas y acciones terroristas

Para que sea efectiva, una campaña de miedo y desinformación no puede basarse únicamente en supuestas amenazas de futuros ataques; es preciso que haya realmente acciones terroristas o incidentes que den credibilidad a los planes bélicos gubernamentales. En esos casos, la propaganda proporciona argumentos en cuanto a la necesidad de tomar medidas de emergencia y llevar a cabo acciones bélicas de represalia.

Tanto las amenazas terroristas como las propias acciones terroristas han servido de pretexto para justificar decisiones militares de gran repercusión.

Tras los atentados de julio de 2005 en Londres, se supo que el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, dio instrucciones al alto mando estratégico (USSTRATCOM) para que elaborase un plan de emergencia «que se utilizaría como respuesta a otro ataque terrorista similar al del 11 de septiembre contra Estados Unidos». En dicho plan se daba por sentado que Irán estaría detrás de un segundo 11 de septiembre.

Este plan de emergencia tenía como pretexto un segundo 11 de septiembre, antes de que sucediese, para preparar una operación militar de gran alcance contra Irán, a la vez que se le en relación con su (inexistente) programa de armas nucleares.

Lo realmente diabólico de esta decisión del vicepresidente de EEUU es que la justificación que presentaba Cheney para llevar la guerra a Irán estaba basada en la participación iraní en un hipotético ataque terrorista a Estados Unidos que todavía no había ocurrido:

«El plan incluía un ataque aéreo a gran escala sobre Irán en el que se utilizarían armas convencionales y armas nucleares tácticas. En Irán hay más de 450 objetivos estratégicos principales, entre otras muchas instalaciones sospechosas de formar parte de un programa de armas nucleares que no están en funcionamiento. Muchos de los objetivos están blindados y son subterráneos a gran profundidad, lo que los hace inatacables por medios convencionales; de ahí la opción nuclear. Igual que en el caso de Iraq, la respuesta no está condicionada a la participación real de Irán en una acción terrorista contra Estados Unidos. Se sabe que algunos oficiales de la fuerza aérea de EEUU participantes en esta planificación están horrorizados por las implicaciones de lo que están haciendo –el montaje contra Irán que justifique un ataque nuclear no provocado— pero ninguno de ellos está dispuesto a poner en peligro su carrera y hacer públicas sus objeciones». (Philip Giraldi, Attack on Iran : Pre-emptive Nuclear War, The American Conservative, 2 de agosto de 2005)

¿Debemos suponer que los planificadores militares estadounidenses, británicos e israelíes están esperando tranquilamente un nuevo 11 de septiembre para lanzar una operación militar contra Siria e Irán?

El plan de emergencia propuesto por Cheney no tiene nada que ver con la prevención de un supuesto 11 de septiembre. Dicho plan se basa en el supuesto de que Irán esté detrás de un segundo 11 de septiembre y de que los bombardeos de castigo podrían llevarse a cabo inmediatamente, igual que los ataques contra Afganistán de octubre de 2001, en represalia al supuesto apoyo del gobierno talibán a los terroristas del 11 de septiembre.

Es útil señalar que una guerra no se planifica en tres semanas: el bombardeo y la invasión de Afganistán fueron planeados mucho antes del 11 de septiembre. Como destaca Michael Keefer en un incisivo artículo de análisis:

«A un nivel más profundo, implica que los ‘ataques terroristas según el modelo del 11 de septiembre’ representan para Dick Cheney, sus altos cargos y los del Pentágono un medio adecuado para legitimar las guerras de agresión contra cualquier país seleccionado previamente para este fin por el gobierno y su sistema corporativo de amplificación propagandística» (Michael Keefer, «Petrodollars and Nuclear Weapons Proliferation: Understanding the Planned Assault on Iran», Global Research, 10 de febrero de 2006).

Desde 2001, el vicepresidente Cheney ha reiterado su advertencia acerca de un segundo 11 de septiembre en varias ocasiones:

«El enemigo que nos golpeó el 11 de septiembre está fracturado y debilitado, pero sigue siendo letal y sigue decidido a golpearnos de nuevo». (Waterloo Courier, Iowa, 19 de julio de 2006).

Justificación y oportunidad para tomar represalias contra objetivos previstos

En abril de 2006, el ex secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld lanzó un plan militar de gran alcance para combatir el terrorismo en todo el mundo, con vistas a tomar represalias en caso de un segundo ataque terrorista importante contra Estados Unidos.

«El secretario de Defensa, Donald H. Rumsfeld ha lanzado el plan militar más ambicioso hasta hoy para combatir el terrorismo en todo el mundo y responder más rápida y decisivamente en caso de otro ataque terrorista importante contra Estados Unidos», según informan cargos del Pentágono.

Se considera que el plan de campaña para la guerra mundial contra el terrorismo, largamente esperado, así como dos planes accesorios aprobados también el mes pasado por Rumsfeld, constituyen la prioridad del Pentágono, según afirman personas que conocen los tres documentos, y que nos han informado con la condición de mantener el anonimato, al no estar autorizados para hacerlo públicamente.

«Los detalles del plan son secretos, pero en general prevén un papel mayor de los militares –en particular un aumento de las tropas de elite de operaciones especiales— en operaciones continuas de lucha contra el terrorismo fuera de las zonas de guerra como Iraq o Afganistán. Estos planes, desarrollados a lo largo de tres años por el Special Operations Command (SOCOM) en Tampa (Florida), reflejan el crecimiento de la participación del Pentágono en ámbitos tradicionalmente gestionados por la CIA y el Departamento de Estado». (Washington Post, 23 de abril de 2006)

Este plan se basa en la posibilidad de un segundo 11 de septiembre y en la necesidad de devolver el golpe cuando EEUU sea atacado:

«Un tercer plan establece el método para que los militares desbaraten y respondan a otro golpe terrorista importante en Estados Unidos. Incluye una extensa serie de anexos que ofrecen un abanico de opciones para que los militares respondan con rapidez a grupos terroristas, individuos o Estados patrocinadores concretos en función de quién esté tras el ataque. Otro ataque constituiría a la vez una justificación y una oportunidad, hoy inexistente, para atacar algunos objetivos previstos, según altos cargos, actuales y antiguos, del Departamento de Defensa familiarizados con el plan».

«El plan detalla a qué terroristas –a qué ‘malos’— golpearíamos llegado el caso. Pero éste aún no ha llegado», afirmó un alto cargo que pidió seguir en el anonimato ante lo sensible del asunto. (Washington Post, 23 de abril de 2006)

El supuesto en el que se basa este documento militar es que un segundo 11 de septiembre, actualmente inexistente, sería una herramienta útil para crear una «justificación y una oportunidad para ir a la guerra contra ‘ciertos objetivos previstos’ [Irán y Siria]».

La realidad se tergiversa completamente. Esta campaña de desinformación se ha lanzado a toda mecha por los medios de comunicación de Gran Bretaña y Estados Unidos, que apuntan cada vez más hacia una «guerra preventiva» como acción de autodefensa contra Al Qaeda y los Estados patrocinadores del terrorismo, que supuestamente están preparando un segundo 11 de septiembre. El objetivo subyacente consiste en última instancia en crear, mediante el miedo y la intimidación, la aceptación por parte del público de una nueva etapa de la guerra contra el terrorismo en Oriente Próximo, dirigida esta vez contra Siria e Irán.

Observaciones finales

El objetivo de un ataque de Al Qaeda a Estados Unidos está siendo utilizado con profusión por el gobierno Bush y su fiel aliado británico para galvanizar la opinión pública en apoyo de un programa militar mundial.

Se trata de un asunto conocido y documentado: la «red del terrorismo islámico» es una creación del aparato de los servicios secretos estadounidenses. Hay pruebas concluyentes de que algunas de las acciones que han producido un gran número de víctimas han sido lanzadas por los militares o los servicios secretos. Del mismo modo, y basándose en pruebas, varias de las alertas de actos terroristas se basaron en informes secretos falsos, como en el caso del fallido caso de «ataque mediante bombas líquidas» de Londres, en 2006, en las que los supuestos piratas aéreos no habían adquirido los billetes de avión y varios de ellos ni siquiera tenían el pasaporte imprescindible para embarcar.

La guerra contra el terrorismo es una farsa. La narrativa en torno al 11 de septiembre desarrollada por la Comisión del 11-S, es un montaje. El gobierno de Bush está implicado en acciones de encubrimiento y complicidad en el nivel más alto del gobierno.

Revelar las mentiras en las que se apoya el 11 de septiembre debería servir para socavar la legitimidad de la guerra contra el terrorismo.

Revelar las mentiras en las que se apoya el 11 de septiembre debería ser parte integrante de un sólido movimiento contra la guerra.

Si se cuestiona el 11 de septiembre, a los criminales de guerra que ocupan las más altas magistraturas se les siega la hierba bajo los pies y el montaje de la seguridad nacional en su conjunto se desmorona como un castillo de naipes.

Notas de traducción:

(1) Muyahaidín: combatiente islámico.

(4) Creciente Dorado es el nombre que se le da a la principal zona asiática dedicada al cultivo ilegal del opio, que coincide con tres naciones, Afganistán, Irán y Pakistán, cuyas periferias montañosas dan forma a ese creciente.

(3) Término que significa en Urdu movimiento de revitalización del islamismo sufí, que tuvo su origen en la India y se extendió por otros países. El nombre se deriva de Deoband, en la India, donde se sitúa la escuela Daroul Ulum Deoband.

(4) SFOR: Siglas en inglés de la Fuerza de estabilización en Bosnia-Herzegovina

(5) NSC, siglas en inglés del Consejo de Seguridad Nacional.

(6) Blowback, término inglés utilizado ampliamente en la actualidad en el campo del espionaje para describir las inesperadas consecuencias de muchas operaciones secretas.

Michel Chossudovsky es autor del bestseller internacional The Globalization of Poverty, publicado en once idiomas. Es Profesor de Economía en la Universidad de Ottawa y director del Centro de Investigación de la Globalización, en www.globalresearch.ca . También es colaborador de la Enciclopedia Británica. Su libro más reciente es: America’s War on Terrorism, Global Research, 2005.

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